
Todo empezó con un mueble de salón en color oscuro, robusto y con buena madera, pero que pedía a gritos un cambio. No quise cubrirlo todo ni borrarle su historia, así que opté por un equilibrio entre lo nuevo y lo que ya tenía alma.
Pinté toda la estructura en blanco para darle luz, pero dejé las baldas e interiores con la madera original, que estaba en muy buen estado. Esa mezcla de blanco y madera me pareció que le daba carácter sin perder calidez.
Para darle un toque elegante sin sobrecargar, puse papel pintado en blanco con un diseño dorado muy sutil. Algo sencillo, pero que cambia totalmente la sensación del conjunto.
Los tiradores también tuvieron su protagonismo: elegí dorado cepillado para mantener la línea, pero usé pomos en las puertas y tiradores alargados en los cajones, para romper la monotonía , los pequeños detalles hacen la gran diferencia.
Y como los cambios llaman a más cambios… me animé también con el suelo. Coloqué vinilo adhesivo, fácil de instalar y muy resultón. El cambio fue instantáneo: de un espacio oscuro y apagado, a uno luminoso, moderno y acogedor.
El paso a paso, con mimo y detalle:
Limpieza a fondo. Lo primero fue dejar el mueble impecable: eliminé polvo, grasa y cualquier resto que pudiera impedir que la pintura se adhiriera bien. Este paso es clave, aunque no se vea.
Protección y delimitado. Empapelé cuidadosamente las zonas que quería conservar en madera, como baldas e interiores, y cubrí el área de trabajo para evitar manchas. Aquí la cinta de carrocero fue mi mejor aliada.
Imprimación. Apliqué dos manos de imprimación para asegurar una base uniforme y duradera. Dejé secar bien entre capas para que agarrara correctamente y no se agrietara la pintura más adelante.
Pintura. Utilicé pintura blanca en tres capas, dejando secar entre mano y mano. Entre cada una, realicé un lijado suave para alisar imperfecciones y conseguir un acabado fino.
Decoración y acabados. El papel pintado blanco con detalles dorados le dio un toque sofisticado sin sobrecargar. Y con los tiradores en dorado cepillado (pomos en puertas y tiradores en cajones) terminé de dar ese aire elegante pero con personalidad.
Finalmente, coloqué suelo vinílico adhesivo. La instalación fue sencilla y el resultado, espectacular. Ese toque final terminó de transformar el espacio por completo.
Consejo de oro: no hace falta gastar una fortuna para transformar un espacio. A veces, con buen gusto, paciencia y mimo por los detalles, el cambio es más potente de lo que pudieses imaginar.