

Todo empezó reformando mi propia casa, con la ilusión de dejarla perfecta. Entre paredes, masillas y pintura, si bien ya trabajo hace años en construccion, descubrí que me encanta el mundo de las reformas. Tanto, que decidí dedicarme a esto profesionalmente.
Lo curioso es que desde entonces he reformado más casas ajenas que proyectos en la mía propia. Cada encargo nuevo se lleva mi atencion por completo, y mi hogar, paradójicamente, sigue esperando esos “toques finales”.
A veces me pregunto si algún día será el turno definitivo de mi casa, pero mientras tanto, disfruto haciendo lo que hago aunque luego no viva alli.
¿A alguien más le pasa algo similar?